Vera y Pérez
Conocí a Vera en 2013, gran contadora de historias y con curiosidad de niña sobre todo lo que acontecía a su alrededor, me cautivo con su historia personal.
El protagonista de esa historia es Pérez, un oso perezoso que Vera me pidió que materializara para tener cerca a ese animalito que le enseñó tantas cosas en su niñez, en Brasil.
Aquí os dejo su interesante historia, escrita por ella misma...
"La
formación y la elección profesional es una trama intrigante. Mi primer contacto
con el hacer de un profesor fue con las “profesoras particulares” del barrio
donde vivía. Chicas que recibían niños y niñas para iniciarlos en la
escritura y en la matemática, preparándolos para el ingreso en la escuela
formal. En este espacio “educativo” viví una experiencia dura, que hoy me
pregunto cuanto influenció en mi necesidad de conocimiento, aunque me haya
proporcionado largos años de desajuste en el proceso de aprendizaje.
En la casa
de “Netinha”, mi profesora, había un oso perezoso, que me fascinaba con su
vagar, caminando por el inmenso árbol que estaba al frente del alpendre donde
estudiábamos. No conseguía parar de mirarlo; me preguntaba como conseguía ser
tan suave, tener tanta armonía, moverse tan despacito. Pensar sobre, estar
con, fijarme y encantarme con aquel animal transgredían a la be-á-bá y fui
considerada, por eso, inepta a la educación.
La primera
experiencia escolar fue entonces marcada por el rechazo. Fui llevada por
la profesora de vuelta a casa con el diagnóstico de que era imposible hacer
cualquier cosa por mí en la escuela, que yo sufría de alguna debilidad mental
que me impedía el aprendizaje.
Coloqué los
pies en la escuela formal de esta manera: enflaquecida. ¿Por qué estoy contando
una experiencia tan lejana y desastrosa? Porque pensar en ella me ayudó a
entender lo que fue realmente significativo en mi formación. Tras
recordarla pude entender el punto de partida del camino que estoy recorriendo
desde hace muchos años, que apunta siempre muy significativamente a cosas,
teorías, metodologías, filosofías que sean totalizadoras, que busquen unir
lo que está fragmentado, hombre-naturaleza, razón-sensibilidad. Sé que la raíz
de este sentimiento gregario está allá. Alguna cosa quedó perdida (¿o fue
encontrada?) en aquel árbol que abrigaba el oso-perezoso, en la niña que fui y,
es cierto, esta tesis no escapó de las ganancias y pérdidas forjadas en aquel
momento.
De todo lo
que vi y viví nada me intriga más, me hace pensar y me enamora más que el
movimiento laborioso, armonioso y lindo de un oso-perezoso. Este
espectáculo y la consecuencia de mi curiosidad ingenua (¿o ya sería epistemológica
?) tal vez haya sido la cosa más educativa que traspasó toda mi existencia.
A partir de
ese momento, niña, llevada por las manos por una profesora que no conseguía ver
lo que yo veía en aquel animal, en su relación con el medio, pude sentir que
había algo muy extraño en la escuela y continúo pensando así hasta hoy;
tal vez ese haya sido la gran motivación para que yo me hiciera profesora."